Era ya de noche y la calle estaba desierta cuando la chica de negro despertó en aquel banco, con aquel sueño aún en sus retinas, pensando en aquella niña inocente que, con 10 años y 67 kilos de peso, tomó aquella estúpida decisión. La chica de negro era ahora una adolescente de 16 años, medía 167cm y pesaba 34 kilos. Su rostro no era el típico de una chica de su edad, estaba estropeada, con los ojos y la piel apagados, y sin fuerzas para poder llevar a cabo ningún tipo de actividad que cualquier adolescente con su edad pudiera realizar. Se sentía débil, enferma, cada vez más, pero al mismo tiempo, y lo cual la hacía temerse a sí misma, se sentía gorda. Pensó entonces en por qué había comenzado todo aquello, en los insultos que recibía con 10 años. No había conseguido cambiar nada. La gente seguía mirándola, señalándola, y susurrando tras su espalda. La chica de negro había decidido ponerle fin a todo aquello de una vez por todas, sacando así de su bolsillo aquel frasco de pastillas que había conseguido, sin obtener ninguna pega, en la farmacia. - Paracetamol, 1g, 40 comprimidos - dijo leyendo en voz alta el tarro. Sacó una botellita de agua que guardaba en su negra mochila, y se las tomó. Se las tomó todas, hasta la última pastilla que contenía aquel frágil frasquito de cristal. Una vez se las hubo acabado, se tumbó en aquel mismo banco donde todo aquello había comenzado, cerrando los ojos, para nunca más volver a abrirlos.
Navegante de palabras
jueves, 8 de diciembre de 2011
La chica de negro.
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